sábado, julio 01, 2006

MUNDIAL 2006: España 1-3 Francia


Y el gallo cantó tres veces
Cuatro-Editor Bufón

Pero seguimos negándonos a cambiar el triste sino de un equipo carcomido por el poco peso de su Historia, hasta tres veces nos golpeó una Francia renacida de sus cenizas y sólo cuando llegó el último picotazo terminamos de hundirnos en la hiriente realidad: no somos nadie.
Otra debacle más que añadir a la triste historia de un equipo atenazado por el miedo, acomplejado ante el peso de las estrellas sobre el escudo contrario, incapaz de responder en las grandes citas y que se desmorona como un castillo de naipes cuando los vientos soplan contrarios.

España salió bien plantada, moviendo la pelota con fluidez y merodeando el área de Barthez sin llegar a finalizar con claridad las jugadas. Los franceses eran más directos y rudimentarios: pelotazos arriba para que Henry se pelease con los centrales o Ribery sembrara el pánico con sus arrancadas desde medio campo. El gol español llegó en una jugada extraña, en la que un rechace de un córner acabó en los pies de Pablo que, casi en la línea del área y de espaldas, fue absurdamente derribado. Villa ajustó al palo izquierdo un disparo raso y arrancó un aullido de victoria de las gargantas de cuarenta millones de españoles.

El juego continuó sabiamente controlado por nuestros medios, hasta que el único recurso de los franceses funcionó: pelotazo cerca de la frontal del àrea española, Henry y Zidane arrastran a toda la defensa y Ribery se queda solo, supera por velocidad a Casillas y marca a puerta casi vacía. Ni Pernía ni Puyol acertaron a despejar el remate y sólo unos minutos antes del descanso el panorama se ensombrecía peligrosamente.

La segunda parte confirmó la nueva cara de un equipo sospechosamente parecido a los desheredados de Portugal: once fantasmas arrastrándose por el cèsped, con un nudo en la garganta cada vez que intentaban un pase, inmóviles y estáticos sin claridad de ideas ni rabia para sobreponerse al golpe. Francia se fue creciendo y poco a poco tomó el control del choque pero se reservó el gusto de apuntillarnos para los minutos finales, cuando ya éramos un manojo de nervios con aroma de derrota. De una falta dudosa de Puyol a Henry nació un centro de Zidane que acabó en el segundo palo para que Vieira cabeceara a la red con la ayuda de Ramos. Diez minutos eran demasiado poco para un empate que se antojaba imposible, un insondable abismo se abría ante los pies de unos futbolistas impotentes y hundidos.

¿Dónde os dejásteis la casta de los momentos en los que todo eran elogios masacrando a rivales de la categoría de Ucrania o Túnez? ¿El orgullo de vestir la camiseta de vuestra Patria desaparece en los momentos difíciles, cuando tenéis que defenderla ante nuestro eterno rival del norte de los Pirineos? Zidane nos terminó de humillar en el descuento, cuando recortó a Puyol hacia dentro y remató raso al primer palo, mientras Casillas se desplomaba y con él una España imaginaria, levantada sobre sueños imposibles y que se terminaba de mostrar como otro castillo en el aire de una afición desolada.

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