domingo, febrero 25, 2007

Jornada 24. Atlético 1 - 1 Madrid

Conspiración
Editor Bufón-La Secta

El fútbol español no es un juego, no es un deporte, es una ficción llena de engaños y trampas que en ocasiones pueden pasarse de la raya. Este partido pasa a la historia como un bochornoso teatro de marionetas donde once héroes se partieron el pecho por los colores rojiblancos para terminar siendo expoliados por la insaciable avaricia del poderoso. Un Madrid impotente, entregado a las patadas y los codazos, no contó entre sus filas con un colegiado inoperante o dadivoso que les regalara el partido. Fue mucho más sangrante y notorio. Daudén Ibáñez y sus asistentes pitaron con intencionalidad a favor de los visitantes, recibiendo órdenes directas de arriba porque ni siquiera de la propia iniciativa de un único árbitro se puede esperar un descaro de este calibre. Y esto hay que expresarlo con claridad porque es un hecho objetivo: esta noche se produjo un grave delito, tipificado como apropiación indebida o hurto con los agravantes de nocturnidad y madridismo. Nada nuevo pero con peores formas que nunca.
El Atlético se dedicó a jugar al fútbol, no contestó las agresiones ni la humillante pasividad arbitral, fue noble y deportivo hasta el final. Cuando Salgado, que debía llevar media hora expulsado, cayó al suelo en un choque con Mista, el cronómetro marcaba el minuto 42. El murciano se echó al suelo e hizo de improvisada camilla bajo su rival para impedir que el golpe en las costillas le dejara sin respiración. Un gesto impresionante hacia quien no lo merece, dejando ir los últimos minutos de un partido porque hay cosas más importantes que el resultado. Es preferible perder así dos puntos tras un partido glorioso que marcharse a casa en la oscuridad tras un partido miserable, llevándose en el bolsillo un punto robado gracias a la iniquidad del colegiado y a la puñetera suerte. El sentido de la belleza y de la vergüenza separan a un atlético y a un madridista y es como hablar del día y la noche, del bien y del mal. Pero en la vida el mal tiene demasiado poder.
El arranque fue esperpéntico, los primeros 30 segundos fueron de precipitación y locura en los locales. Todo aparentaba ser como siempre: nervios, ansiedad y alocamiento que iban a terminar como siempre, con una goleada de los malos. Pero no fue así. El Atlético se puso a jugar el fútbol y dio gloria verlo. Perea, Zé Castro y Antonio López se anticiparon siempre, mientras que Seitaridis hizo uno de los mejores partidos que recuerdo a un lateral. Acompañó un increíble despliegue físico con toque de balón y visión de juego en el pase y la jugada personal. Por delante Maniche cumplió y Luccin robó y distribuyó como en sus mejores días. Galletti trabajó mucho y bien mientras que su compañero en la izquierda, Jurado, firmó un partidazo tremendo. Aunque la presión y el robo comenzó en los puntas, Torres y Agüero, dos perros de presa que se llevaron todos los balones que pasaron por sus cercanías y crearon incontables ocasiones a pesar de la dureza desproporcionada de sus marcadores.
Poco tardaron los colchoneros en adelantarse. Torres robó, Torres abrió a banda y Galletti avanzó por la derecha. Puso un buen centro y Torres controló, Torres dejó botar el balón, Torres se echó un poco encima de la pelota pero la golpeó muy bien, con bote y ajustada, hacia el palo largo de Casillas. Era el comienzo de una goleada que no estaba prevista en el guión, que no satisfacía a los que mecen los hilos del teatro, que no gustaba a aquéllos que se creen que nuestra pasión es su negocio. Una falta de Antonio López intentó cabecearla Agüero pero fue flagrantemente derribado, el balón dio en el palo de Casillas y Perea remachó en boca de gol. El juez de línea corrió hacia el mediocampo pero Helguera levantó la mano y algo se encendió en la simple mente del linier. No podía ser. 2-0 para los de casa era un marcador prohibido. Levantó la bandera señalando algo, fuera de juego dijeron en los medios. Daudén pitó a rebato y comenzó la tomadura de pelo, el saqueo, el insulto hacia los amantes del fútbol. Hoy no se iba a reparar en medios para detener a un Atlético inspirado, había que sostener el púgil vapuleado con todos los medios al alcance. Así se hizo.
Poco se puede comentar de la primera parte. El Atlético llegó una y otra vez, tiró siempre fuera, lanzó cientos de córners y todos sin peligro, cortó miles de balones y tuvo la pelota todo el tiempo. Jurado ridiculizó a su par, Agüero y Torres dejaron a Cannavaro sin su enésima cadera de la temporada y Helguera ni los vio venir. Un ejemplo fue la mejor jugada del partido, un tiqui-taca del dúo atacante que terminó con una gran apertura hacia Galletti. Éste estuvo algo lento pero dejó pasar a Helguera, le recortó y le mandó de nuevo a pastar, tiró con la izquierda y Casillas sacó una manopla alucinante. Los malos llegaron en una sola ocasión, a su manera, cometiendo juego peligroso y a trompicones, en fuera de juego, llevándose rebotes y empujando a los rivales. Cannavaro la tuvo en el punto de penalty y Gago se apartó. El italiano sólo sabe pegarle a las cosas y le crujió al suelo, se partió todos los metatarsianos y Leo atajó el balón, flojo y al centro. Pero podía pasar y todos sabíamos que pasaría. Por cualquier medio pero el Madrid no podía perder. 1-0 al descanso, este resultado era inaceptable.
La segunda parte fue otro monólogo aún más desequilibrado, Daudén tuvo que sacar una cara más dura que el cemento para perdonar al menos 6 expulsiones a Cannavaro, 2 a Salgado, 1 a Helguera y 2 a Diarrá. Me duele mucho no estar exagerando por una vez en mi vida, pero por desgracia no es necesario hacerlo. El Madrid sacó a Cassano, gordo y lento, con pinta de futbolista retirado. Guti se arrastró por el campo y se revolcó por el suelo para rapiñar tarjetas y Gago fue sustituido. Capello volvió a sus favoritos y con Emerson a su nivel habitual y Diarrá en modo "pressing catch" desbocado, el Madrid hizo una segunda parte impropia de un equipo profesional. El Atlético le dio un repaso descomunal, llegando a gol en cada jugada, hasta que llegó el mazazo. Cassano dio un pase correctito e Higuaín cargó ligeramente a Zé Castro (habría sido expulsado de llevar camiseta a rayas, pero llevaba la camiseta interior blanco-nuclear que uniforma a los bandidos) para fusilar a Leo. Hubo cinco minutos de desesperación y zozobra, el Madrid jugó un poco al fútbol hasta que todo volvió a ser igual.
Los últimos 15 minutos fueron otra lección de fútbol vertical y sencillo, con triangulaciones rápidas y paredes hechas para crear superioridad. Todos olvidaron las prisas y la ansiedad y disfrutaron sobre el campo, haciendo el juego que habían olvidado durante los veintidós partidos anteriores. Se presiona ordenadamente y se luchan todos los balones, se apoya al compañero que tiene la pelota y se busca el desmarque. Al recibir se levanta la cabeza y se suelta la pelota de primeras, sólo se regatea en las bandas o al borde del área. Ganar jugando tan bien contra once almas en pena debería ser una obligación. El problema surge cuando se tiene una puntería nefasta y además el contrario te placa, te zancadillea o te clava los tacos en cada lance del juego.
Ilustraremos esto con dos casos de juzgado de guardia. Agüero recibe de espaldas y Cannavaro le clava los tacos en el tobillo. El argentino se retuerce en el suelo de dolor pero sus compañeros no protestan, quieren ganar el partido y continúan la jugada. Torres avanza y Cannavaro va a por él y le placa. El árbitro pita falta y el italiano protesta indignado. Lleva una amarilla. Sólo sería expulsado con el partido finiquitado, para maquillar estadísticas e intentar disimular el fraude. Otra muestra. Diarrá golpea a Jurado sin balón, después desplaza la pelota y se va a por el árbitro. Amarilla. En la penúltima jugada, agredió a Torres en la frontal con la excusa de que Higuaín estaba dormitando sobre el césped a 2 km de la jugada y el Atleti no había enviado el balón fuera. Diarrá terminó el partido. No merece la pena insistir porque todos tenemos clavadas en la retina las interminables imágenes de la pesadilla Daudén.
Hubo oportunidades hasta el final de todos los colores. Claras, muy claras, clarísimas y algunas transparentes. Agüero dribló a Casillas en la línea de fondo, colgó la pelota y Mista remató al centro para que Iker volara con los puños. Seitaridis cruzó demasiado la pelota tras robar un balón imposible a base de fuerza y coraje. Agüero se marchó de tres en el pico izquierdo del área y su tiro raso lo salvó Casillas con un pie milagroso. Rechaces, balones muertos en el área, rebotes, carambolas. Todas para los de siempre, para los que no hacen nada más que repartir leña y simular en el suelo. Para los que llegan una vez y sacan un punto. Porque son mala gente y los partidos están amañados, son una triste obra de teatro donde muere hasta el apuntador si es colchonero. Los de blanco sobreviven, puntúan fuera y siguen arriba porque tiene que ser así, porque hay verdades inmutables en la especie humana y no puede ser de otra forma y si un día lo es, el mundo se acaba. Porque ser atlético es un orgullo, ser madridista es una infamia y esta noche, otra más, el mundo siguió girando.

Leo Franco (sc):
inédito
Seitaridis (4): imperial
Zé Castro (2): sobrio
Perea (3): rapidísimo
Antonio López (2): atento
Maniche (2): luchador
Luccin (3): omnipresente
Galletti (2): incansable
Jurado (3): imparable
Torres (3): poseído
Agüero (3): genial
Mista (2): honrado
Daudén Ibáñez (sv, sin vergüenza): cleptómano

Comentarios:
GRAN artículo de El Editor bufón, gracias, en parte, al gran espectáculo (de fútbol por parte de unos, y de teatro por parte de otros) que vimos.
Hay que reconocer eso sí que El Editor ha exagerado un poco: a Cannavaro sólo le perdonó la expulsión cinco veces, y hubo un corner que no fue a favor del Atleti. EL RESTO ES CIERTO. Alirón, alirón, el Atleti es campeón.
 
Publicar un comentario

<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?